Tres pasos para que tu hijo se hable bien a sí mismo (y no es lo que esperas)

¿Cómo te quedas si te digo que el modo en que hablamos a los niños acaba siendo el modo en que se hablan a sí mismos?

A mí me invade el miedo, no te voy a engañar. Pienso en ser madre y en los trillones de veces que perderé la paciencia en la vorágine del día a día y me entran ganas de disculparme de antemano con mi futur@ hij@. Por si las moscas.

Ser una madre perfecta es IMPOSIBLE. Nunca he visto una. Y lo entiendo, porque es el trabajo a tiempo completo más difícil del mundo.

Vi un vídeo hace poco en Instagram que decía que los errores vienen con el trabajo de ser padres. Es como trabajar en un bar de copas y tener que convivir diariamente con gente pasada de rosca.

Te cuento.

Errar en la paternidad es inevitable y NORMAL.

Peeeero, nuestros errores tienen consecuencias en los más peques. Y esto no me lo puedes discutir.

El hecho de que los errores sean inevitables no quiere decir que no tengas que hacer nada al respecto.

Por ejemplo. Imagina que mi hijo se frustra cuando no le salen las cosas y llora. Yo, como estoy cansada después de haber trabajado durante todo el día, le grito y le digo que no llore, que hay cosas mucho más importantes en la vida que no poder montar una torre de madera. Es muy probable que si esta situación se repite varias veces, mi hijo aprenda que no puede expresar cómo se siente cuando las cosas le cuestan. Y lo más importante: mi hijo no habrá aprendido a tolerar la frustración.

¿Y qué es lo que hay que hacer entonces si sabemos que vamos a cometer errores? REPARAR.

Reparar es repensar el momento en que has fallado, tomar responsabilidad de tus actos y ser consciente del impacto que ha tenido en la otra persona.

La dra. Becky Kenedy explica que el acto de reparar comporta 3 aspectos:

  1. Nombrar la acción

  2. Tomar responsabilidad

  3. Decirle al otro qué es lo que harás diferente la próxima vez

Por ejemplo: Hij@, estoy pensando en lo que ha ocurrido antes. Te he gritado y te he dicho que no lloraras cuando estabas frustrado por no poder montar tu torre (aquí nombro la acción). Siento haberte hablado así. Seguramente hayas sentido miedo o incluso rabia. Entiendo que te frustres cuando no te salen las cosas (aquí tomo responsabilidad). De aquí en adelante voy a esforzarme en no elevar el tono de voz cuando esté cansada y frustrada (aquí le estoy diciendo cómo voy a hacerlo diferente la próxima vez).

Cuando reparo no evito el daño ya realizado, pero evito un daño mayor. Y lo que es todavía más importante, le enseño a mi hijo una nueva habilidad que marcará la diferencia en su vida y en sus relaciones.

Así que recuerda, cada vez que repares no podrás evitar el daño, pero estarás contribuyendo a elevar la calidad y la profundidad de tus relaciones.

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