De la rabia a la compasión: cómo sanar la relación con tus padres

Martina odiaba a su padres. Ahora los entiende.

Te cuento su historia.

Martina convive desde hace muchos años con el amargo sentimiento de no sentirse vista. Siente que sus amigas destacan mucho más que ella. Siente que no es digna de recibir amor ni atención.

Necesita sentirse importante para los demás, de lo contrario le resulta muy fácil sentir que sobra en cada sitio al que va. Ella necesita sentirse invitada; saber que los demás quieren que esté allí. Tener la certeza de que no la van a rechazar.

Emocionada, me preguntaba ayer: “María, ¿por qué me siento siempre así? Yo sé que mis amistades me quieren, y estoy muy bien rodeada. Pero no puedo evitar sentirme así”.

Te cuento que el pasado de una persona (casi siempre relacionado con su historia familiar y su infancia) crea unos patrones que influyen en su vida actual.

Es decir, que aquello que nos ha sucedido en el pasado, permanece en forma de memorias internas inconscientes que nos inclinan a actuar en el presente en una dirección y no en otra.

Lo que hace que Martina se sienta así con sus amistades es su historia familiar. O más bien, las creencias que ha extraído de su historia familiar. Que son algo así como:

  • No soy válida.

  • Lo que me pasa a mí no es importante.

  • Como no he sentido que soy una prioridad para mis padres, tampoco lo seré para nadie.

No voy a entrar en detalle en la historia de Martina, pero te diré que tiene varios hermanos, todos ellos con varios diagnósticos, con todo lo que esto implica. Su padre la quiere, pero su propio sufrimiento hace que no pueda ejercer su rol de padre como le gustaría, y su madre está superada por toda la situación familiar, que no es nada fácil.

Si mezclas todo eso y algún otro ingrediente, sale un cóctel difícil de digerir. Martina lo sabe bien.

Martina y todas las personas en su situación tienen todo un proceso por delante. Voy a sintetizarlo en cuatro pasos para que lo entiendas bien:

  1. Sentir rabia hacia tus padres

Es probable y normal que ahora que has comprendido que tus reacciones en el presente están influidas por lo que viviste en el pasado, sientas mucha rabia hacia tus padres.

Te vendrán a la mente pensamientos como: “Por vuestra culpa ahora soy así”.

Como te digo, esta rabia es normal e incluso necesaria. Lo verás en el siguiente paso.

2. Sacar la fuerza necesaria para hacer cambios

De la rabia, surge la fuerza del cambio (por si nunca habías pensado que la rabia era una emoción útil).

Y aquí vienen pensamientos como: “Voy a conseguir hacerlo diferente. No pienso ser esclava de lo que me hicieron/no me dieron mis padres”.

3. Sentir control por haber sido capaz de hacer cambios

Cuando uno es pequeño, se siente a merced de las decisiones de terceros. En cambio, al crecer y sacar la fuerza necesaria para hacer pequeños cambios en tu modo de relacionarte, es probable que sientas que tienes el control de la situación, o al menos en parte.

Sentirás que ya no dependes en exclusiva de las decisiones de tus padres. Tú también puedes hacer algo al respecto para sentirte mejor.

4. Mirar a tus padres con compasión

Cuando te des cuenta de que has sido capaz de hacer pequeños cambios que te han hecho sentir mejor, te sentirás liberado. Y en consecuencia, podrás liberar a tus padres también de la culpa que creías que tenían.

Esto te permitirá ampliar el foco, y comprender con compasión que seguramente ellos también tuvieron historias familiares que les hicieron sufrir y que influyeron en su forma de tratarte a ti.

Este ciclo es muy importante. Piénsalo. Sin la rabia inicial, será difícil tener fuerza para hacer cambios. Sin hacer cambios por ti mismo, es probable que te percibas como la víctima de la situación que no puede hacer nada al respecto. Y sin sentirte capaz, no podrás sentirte liberado ni comprender que tus padres también son fruto de su historia.

Solo cuando somos conscientes de aquello que nos limita, podemos romper con los patrones del pasado para construir una vida más libre y compasiva.

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