También se puede aprender del llanto de una niña
Hoy he estado apunto de decirle a una mujer cómo no educar a su hija de dos años. No lo he hecho por respeto, pero ganas no me han faltado.
Estaba leyendo en mi toalla cuando he escuchado el llanto desconsolado de una niña de dos años . La madre se estaba bañando en la piscina y la niña desde la tumbona gritaba a pleno pulmón y sin parar: “¡Mamiiiiiiiiii!”. Cuando digo sin parar, no os engaño. Han sido 10 largos minutos.
Cuando la mamá ha salido del agua, la pequeña ha cambiado el motivo de su queja y ha empezado a pedir con la misma intensidad el pecho de su madre. “¡Quiero tetaaaaa!” - lloraba sin cesar-.
A lo que la mamá respondía gritando: “No te voy a dar teta”. “Deja de llorar. Si lloras, sí que no te doy teta”. “Si tienes hambre, te doy fruta”.
Supongo, por la edad de la peque, que están en pleno destete. Y parece que el proceso no está siendo fácil para ninguna de las dos.
Lo comprendo. Y sé que ambas hacían lo que podían.
Unos minutos después, enfadada y superada por la situación, la madre ha terminado dándole el pecho a la pequeña.
Viendo la escena desde fuera, no he podido evitar fijarme en los dos errores que estaba cometiendo esta mujer:
Decirle a su hija que no llorara con mensajes como: “Si lloras me enfadaré”.
Esto invalidada las emociones de la pequeña, y además, consigue todo lo contrario: que siga llorando.
2. Tras gritarle muchas veces que no iba a darle teta, terminar dándosela.
Con toda esta situación, la niña ha recibido dos claros mensajes:
Si lloro lo suficiente, consigo lo que quiero.
Mis emociones no son válidas y no se me permite estar triste y frustrada en el proceso de destete, que está siendo duro para mí.
Y la mami, en paralelo, se ha llevado la imagen de que su hija es una caprichosa, sin darse cuenta de que es ella misma quien refuerza esta actitud.
Te confieso que viéndolas a ambas sufrir, me hubiera encantado acercarme a la mamá y con mucho cariño y respeto hacerle una sugerencia.
La hubiera animado a mantener el no. Seguro que a ella también le está costando dejar de darle el pecho, pero si ha decidido dejar de hacerlo, es porque sabe que será lo mejor para ella y su hija.
Y paralelamente la hubiera animado a legitimar los sentimientos de su peque, explicándole que ya no puede mamar, pero que comprende que se sienta triste y enfadada por el cambio. Seguramente, con este mensaje y unos minutos de abrazo materno tranquilizador, la pequeña habría logrado mantener la calma.
Con las dos sugerencias que te acabo de explicar, madre e hija habrían salido ganando. Y lo que es todavía mejor, la relación entre ambas habría dado un paso adelante.
Ojo, todo esto lo digo desde la distancia de ser observadora de la situación, que siempre nos da un prisma más completo.
¿Imaginas lo interesante que sería observarnos a nosotros mismos desde fuera para ampliar nuestra visión?