De ameba a dueño de tu vida
Fallar a los demás es duro. Pero fallarte a ti es duro al cuadrado.
Cuando dejas de confiar en ti mismo hay poco a lo que agarrarse.
Esto se llama herida de autotraición, y se produce cuando rompes los compromisos que tenías contigo. Por ejemplo.: dejar de fumar, empezar a hacer deporte, reducir las críticas hacia los demás, etc.
Veo casi a diario personas que nada más comprometerse se fallan. Entran en un círculo vicioso en el que cada vez confían menos en sí mismas y, por tanto, cada vez les queda menos fuerza para adquirir nuevos compromisos.
Se convierten en algo parecido a una ameba. Van por la vida sin pena ni gloria. Sin una dirección.
Y el que no tiene un rumbo (que, por supuesto, puede cambiar) tiene muchas más probabilidades de perderse.
Frente a esta situación, yo tiendo a pensar que existen dos opciones:
La primera tiene que ver con que quizá el compromiso que has adquirido contigo mismo está demasiado lejos de tu punto de partida. Vamos, que es demasiado difícil de lograr en este momento.
Te aconsejo que te pares a analizarlo, porque ajustar la dificultad de una meta puede marcar la diferencia. Puedes pasar de no ser capaz a serlo en un periquete.
Si fumas 20 cigarros al día, pretender reducir a cero el consumo diario sería un objetivo difícilmente realizable. En cambio, si te comprometes a reducir cada semana un cigarro, te sentirás orgulloso de ti y seguirás comprometido contigo hasta dejarlo por completo.
La segunda opción tiene que ver con que nos rendimos demasiado rápido. Una vez ajustado el compromiso en la fase previa, lo que toca es accionarlo. Y esto, amigo, sabes que no es nada fácil.
Porque en la vida nos pasan cosas, y no siempre tenemos la fortaleza necesaria para continuar sin desviarnos del camino.
Ahora llega la parte en la que te quito 20kg de golpe de tu mochila de vida.
Atiende. No pasa absolutamente nada por desviarse. Así que deja de criticarte por ello y toma acción. La clave del compromiso, de hecho, no es la no desviación, sino la aceptación de que se van a producir desvíos. Y entonces, tal y como te has desviado, vuelves al camino.
Y te llevas uno de los grandes aprendizajes de la vida: el éxito ni siquiera es el camino. El éxito es tener la absoluta convicción de que eres capaz de retomar el rumbo.