Si estás mal, sigue el camino azul (lo entenderás más adelante)
Cuando estoy mal me encierro en mí misma y dejo de hacer todo lo que me sienta bien.
¿Te suena? Me atrevería a decir que refleja muy bien lo que hace la mayoría de la gente cuando atraviesa un mal momento.
Pequeño disclaimer: en este texto voy a referirme al malestar propio de una vida normal, ese que todos experimentamos en algún momento. No me refiero a situaciones traumáticas.
Cuando algo nos preocupa llega la tristeza, una emoción que nos ayuda a funcionar más despacio y a mirar cómo nos sentimos por dentro**. Es normal bajar el ritmo. No me gustaría que leyendo este texto tuvieras la impresión de que tenemos que ser superhombres y supermujeres** impasibles ante lo que nos ocurre.
Peeeeeeeero (y pongo muchas veces la letra “e” porque es importante que lo entiendas) algunas personas se sitúan en el extremo contrario, y cuando algo les aflige, empiezan a tocar todos los botones de la autodestrucción: se alimentan peor, interrumpen su rutina, se aíslan, dejan de practicar sus aficiones, etc.
Creo que estarás de acuerdo conmigo en que ni calvo ni con tres pelucas. Vamos, que no tienes que ser superwoman pero tampoco convertirte en tu peor enemiga.
Te cuento esto porque me gustaría que entendieras un concepto que para mí es muy útil, y es el de distanciarse de la vida. Te lo cuento con un dibujo que he hecho, ¿vale?
La línea negra representa la vida, y las líneas de color azul y rojo, las distintas actitudes vitales que podemos tomar.
Camino rojo: el camino rojo es el de los botones de la autodestrucción.
Cuando ocurre algo que me preocupa/entristece/enfada, pongo en marcha conductas que me perjudican, como comer mal, aislarme de las personas que me ayudan, dejar de hacer deporte, no cumplir con los objetivos que me propongo y con mi rutina diaria, etc.
Y aquí es donde la línea roja empieza a bajar y a distanciarse cada vez más de la vida.
Me alejo de lo que me ayuda, de lo que me hace sentir bien, hasta el momento en que toco fondo y no me queda más remedio que volver a subir. Pero, como ves, he recorrido una distancia tan grande, que el camino de vuelta es muy empinado ahora, y me costará mucho subirlo.
Es decir, como he dejado de cuidarme, ahora será difícil para mí retomar mis rutinas y todo aquello que me sienta bien.
Camino azul: me gusta llamarlo el camino del autocuidado.
Fíjate que en este, cuando ocurre algo que me preocupa/entristece o enfada, también me distancio un poco de la vida, pero me esfuerzo en que esa distancia sea más pequeña porque soy consciente de que mantener mis rutinas hará que me encuentre un poco mejor.
Hay distancia, sí, y por eso, seguramente hago un poco menos de deporte que antes, trabajo un poco más despacio y cuando quedo con gente no me siento tan plena y enérgica como habitualmente.
Aquí la distancia es pequeña, así que cuando esté un poco mejor, me costará poco reengancharme a la vida.
No necesitas la misma fuerza para acelerar cuando el coche está en movimiento que cuando está parado en seco.
Con todo esto no quiero decirte que nunca debes estar en el camino rojo, pero sí te aconsejo que transites tantas veces como puedas el camino azul y reserves el rojo únicamente para las situaciones en las que no puedas más. También se sale de este camino, pero requiere un esfuerzo más grande.
Y recuerda: mantenerte cerca de lo que te hace bien, es una forma de regresar más rápido.