Salir de una mala relación es más fácil

Esta vez mi fuente de inspiración ha sido la historia de una chica joven a la que a partir de ahora llamaremos Carolina.

El caso es que Carolina, en este momento, se encuentra en un estado de tristeza profunda. Y no es para menos. Su chico, con el que lleva tiempo saliendo y que se ha convertido en un pilar fundamental en su vida, ha decidido dejar la relación.

Carolina está en el inicio de un duelo. Pero, ¿Qué es el duelo? Te cuento, para que no haya dudas. El duelo es un proceso que tiene lugar cuando se produce una pérdida significativa para una persona. Es decir, cuando lo que pierde es importante para ella. Es un proceso que duele, en el que conviven distintas emociones: sorpresa, tristeza, rabia… Y su objetivo final es que la persona aprenda a vivir DE nuevo sin aquello que ha perdido, sea un trabajo, una pareja, un ser querido, una mascota, o la pierna si la ha perdido en un accidente o en cualquier otra circunstancia.

Un buen indicador de que el proceso de duelo ha llegado a buen término es el hecho de poder recordar lo perdido desde la serenidad en lugar de desde la angustia o la rabia. Cuando se trata de un ser querido, esto ocurre cuando puedes recordar que cada domingo, cuando te hacía croquetas se le quemaba alguna, y lo haces sin ese dolor tan intenso e incapacitante del principio, y te ríes, y te gusta recordar las anécdotas que viviste con tu tía Pepita.

Y en el caso de una relación de pareja, cuando eres capaz de recordar lo que te hizo crecer, lo que te aportó, y también las cosas que podíais haber hecho mejor, ambos. Y lo haces como si fueras un espectador de tu historia, con la suficiente distancia como para verlo desde una perspectiva distinta que la de unos meses atrás, pero con la suficiente cercanía como para recordarlo con cariño.

No hay un tiempo exacto para el duelo, pero a mí me gusta decir que normalmente se cocina a fuego lento. Vas dando pequeños pasos, tomando decisiones que poco a poco te acercan a la calma (porque el duelo es un proceso activo en el que hemos de tomar decisiones, aunque te sorprenda).

Así que para hablar de duelo, prefiero utilizar el término "elaborar", que implica un trabajo por parte de quien lo vive, y no tanto "superar", que, para mí, tiene un matiz más bélico, en el que parece que tenemos que quedar por encima del dolor para avanzar. Bajo mi punto de vista, la elaboración tiene más que ver con la aceptación, mientras que la superación con la resignación. Y aceptar implica convivir con el dolor, entender que durante un tiempo, será tu compañero de viaje.

Puede que te sorprenda lo que voy a decirte, y es que en ocasiones, las grandes reflexiones vitales llegan en momentos dolorosos. Porque la tristeza nos hace frenar, ir más despacio. Reduce el nivel de nuestro sistema nervioso y nos invita a meternos dentro de nosotros. A observarnos, a escucharnos, a entender de dónde vienen nuestras emociones, y a ordenarlas y reflexionar sobre ellas. Las personas resilientes son las que, cuando llegan tiempos duros, se adaptan, y son capaces de reencontrar un equilibrio. Integran lo que les ha ocurrido, cómo se han sentido, y lo analizan. Aprenden, e incorporan este aprendizaje a su vida, y se convierten en personas más preparadas para vivir.

Volviendo el tema que nos ha traído hasta aquí, te cuento que Carolina, en medio del dolor que sentía, me dijo una frase: "es más fácil salir de una mala relación que de una buena".

Entiendo que cuando habla de una buena relación se refiere a una en la que ha habido amor, pero no solo, porque en las que conocemos como "malas relaciones" o, el término de moda, "relaciones tóxicas" también lo hay, aunque no se exprese de una forma adecuada. Creo que lo que diferencia una relación buena de una mala para Carolina es que en la buena, las dos personas terminan de forma civilizada porque prevalecen los sentimientos de cariño y aprecio al otro aunque el amor de pareja haya desaparecido, al menos por una de las dos partes.

¿Sabes qué fue lo que le respondí a Carolina? Que, aunque aparentemente su hipótesis parecía tener sentido, yo no estaba de acuerdo. Y la clave nos la dan las emociones que se esconden detrás de cada una de las dos opciones.

En la relación "mala", disfuncional, insana o como queramos llamarla, predomina la rabia en el momento de la ruptura. Pero una rabia intensa. Pequeño disclaimer: cuando hablo de rabia en este texto me refiero al hecho de instalarse en una posición de rencor hacia el otro.

La rabia nos conduce al exterior y nos prepara para actuar (y en ocasiones esto es muy bueno). La rabia nos lleva a aferrarnos a lo que tanto daño nos ha hecho, a no poder soltarlo. Y aunque aparentemente la rabia nos separa del otro, en realidad nos mantiene mucho más unidos, porque necesitamos la imagen del otro para seguirla sintiendo.

De hecho, dicen que el odio une más que el amor, y aunque no estoy del todo de acuerdo, me parece útil traer esta frase popular, porque ilustra muy bien lo que vengo a explicar.

Mientras sentimos rabia, permanecemos unidos al dolor, y, con él, a la persona que consideramos que nos lo ha provocado. La rabia hace que esa persona siga presente, y, en el fondo, hace que la relación no termine.

En cambio, en una relación "buena", funcional o sana, la emoción predominante (aunque no la única) es la tristeza, y con ella todas sus derivadas: desesperación, vacío, apatía, melancolía, soledad, y un largo etcétera. La tristeza nos lleva a meternos dentro, a explorarnos, a sentirnos. Ralentiza nuestro sistema nervioso y hace que vayamos más despacio.

Una pérdida genera una indudable sensación de vacío, porque nos damos cuenta de que aquello que tanto valorábamos desaparece de nuestra vida, y la reacción esperable ante tal vacío es la tristeza. Y esta implica aceptar la pérdida, no luchar contra ella. Implica dejar ir, no aferrarse ni al otro ni a la relación.

Y sí, seguramente, en un primer momento, tras una ruptura, cuando todavía necesitamos mantener el contacto con esa persona, nos convence más la emoción de la rabia, porque con ella nos aseguramos seguir teniéndola presente: seguir pensando en el daño que nos ha hecho, en todo lo que hemos hecho por esa persona que sentimos que no se ha valorado en su justa medida. Así que sí, estoy de acuerdo en que quizá la rabia es la emoción más cómoda tras una ruptura, pero estoy convencida de que no es la mejor opción.

Porque esta rabia intensa de la que hablamos, cuando se mantiene en el tiempo, nos estanca, nos impide avanzar y nos vuelve prisioneros. En cambio, la tristeza, cuando la dejamos entrar y escuchamos lo que nos dice, se convierte en el paso previo a la aceptación, a dejar ir y continuar viviendo.

P.D:. No quiero que te vayas de aquí con la creencia de que en un proceso de duelo la rabia no tiene cabida. La tiene, y tanto, de hecho es una de las emociones presentes en este proceso. Lo que ocurre es que todo lo que te he contado en estas líneas se refiere a la rabia muy intensa mantenida en el tiempo, que, en lugar de liberarnos, nos esclaviza.

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